Esta mañana (como cualquier otro odiado lunes) tenía que ponerme el casco, coger mi moto y dirigirme a la oficina.
Pero ... miradlo. Él estaba allí, sentado.
Es el hombre que sabe que puede retrasarse al llevar la compra a casa.
Quizás no lleva nada de congelados.
Quién sabe.
Quizás ni viene del supermercado.
Es demasiado obvio, no?
El hombre que descansa junto a mi moto (la que debería coger para ir al trabajo) tiene las bolsas llenas de ... utensilios de cerrajero.
Herramientas y plastilina.
Plastilina con la que estropea tu cerradura.
Para que llames al cerrajero.
Él es el cerrajero y espera a que lo llames porque acaba de joderte la cerradura.
El muy cabrón estropea tu cerradura, se sienta en un banco cercano y escribe en un papel esperando a que suene el teléfono.
El hombre escribe ... qué escribe?
Escribe algo tremendamente importante:
El secreto de la vida.
Es un hijo de puta que se dedica a fastidiar cerraduras pero sabe el jodido secreto de cómo ser feliz el resto de tu vida.
Y ahí está. Tranquilo. Como si no pasara nada.
Cuando lo llamas aparece en poco tiempo.
Tú piensas que el tipo es súper eficiente y profesional en su trabajo.
Dejo de dar vueltas a esta idea cuando el hombre se levanta y desaparece en la siguiente calle al frente, a la derecha.
Me pongo el casco.
Me subo a la moto.
Intento meter la llave pero no puedo...
Hay plastilina en la cerradura.
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