Fondo

17 de diciembre de 2013

El paraíso con wifi

Eva.
Aburrida de Adán.
De sus exigencias y dominaciones.

Eva coge su Smathphone y pasea como una loca por el paraíso buscando wifi gratuita.
Hace unos meses canceló su contrato de telefonía y datos debido a una factura abusiva. Esto la pone en la situación de robar wifi constantemente.

La serpiente siempre estaba conectadísima, así que se acerca al manzano, se recuesta  bajo su sombra, y escribe en su perfil de facebook:
Dulce o salado?

Acto seguido suena un pitido avisando de un nuevo comentario:
Salado, y tu?

Extasiada por la repentina conversación creada contesta:
Yo dulce.

Y se produce un silencio de esos no tan incómodos (porque no tener a la otra persona delante ayuda, la verdad)

Ahora pregunto yo?
Playa o montaña?

Playa, escribió Eva.
Frío o calor?, continuó.

Calor.
En tu casa o en la mía?

En la tuya.

Y Eva no esperó a preguntar si podía ir a su casa. Escapar del paraíso donde el wifi se roba y sólo están Adán y sus peticiones.

Sólo comenzó a escribir preguntas.
Sin parar.

café o colacao.
carne o pescado.
ducha o baño.
con o sin luz.
arriba o abajo.
vestido o desnudo.
por delante o por detrás.
morder o lamer.
oler o tocar.
cuello u oreja.
una mirada o un beso.
con música o en silencio.

tacón o plano.
hablando o sin hablar.
de frente o al oído.
agarrar mano o culo.
ducha sola o acompañada.
abrazo por delante o por detrás.
manos o los pies.
bailar junto o separado.
rápido o lento.
te quiero o te deseo.
fresa o chocolate.
caricia en la boca o en la espalda.
beso con o sin lengua.
conmigo o sin mi.

Y le dio a enviar.
Y la barra que carga el texto no avanza.
La Aplicación de Facebook se reinicia.

Al volver a la última conversación lee:                                    En la tuya.
Le da pereza volver a escribir todo de nuevo.

El Wifi en el paraíso tampoco va tan bien cómo pensamos.

11 de diciembre de 2013

El tiempo está revuelto

Las calles estaban desiertas por el aviso de tormenta. 
Nadie se atrevía a salir de casa, excepto casos excepcionales.
Nuestro caso no era de excepción, podríamos haber aguantado la tarde.
Cada una en su casa.
Pero las ganas de verte me destrozan más que este temporal.
Me dijiste en un mensaje ausente, sin otros que lo acompañaran.

Parecías una loca bajo la lluvia de "mojabobos" que caía sobre tu pelo oscuro bajo las nubes grises.
La ciudad seguía vacía de humanos así que decidí lanzarme a la locura que desprendías.

Corrí hacia ti, te agarré y bailamos esa canción que te gusta tanto.
Sigue cantando.
Me susurraste, apretándote más a mi.
Disfruté del momento inventándome la canción (el inglés no es lo mío) hasta que te separaste bruscamente de mi y señalaste algo.
Como un brillo a lo lejos. Una luz cuadrada y parpadeante, que nos observaba.
Tomemos un café.
Y me arrastraste a la luz, que al final no era más que un bar.

Madre mía, La que está cayendo!
Un bar que vio como me sentaba frente a ti para mirar cómo te colocabas el pelo, secándolo con los dedos.          
Quitándote el abrigo lentamente, para no mojar la ropa de debajo.
Sentándote mientras balbuceabas algo que no supe descifrar.  

Me vieron perderme en tu boca y tu cuello. Suspirar por el roce de tu camisa sobre tus pechos. Sacar conversaciones absurdas para distraerte mientras me distraía en tus manos. 

Pedir dos cafés, reírnos del andar del camarero, sacudir el azúcar imitando obscenidades. 
Beber el café mientras me contabas tu último polvo desastroso. Mientras yo me relamía por tener un momento así de horrible contigo. 

Me vieron agachar la cabeza, sonrojarme cuando me limpiaste una pestaña cerca de la boca. Cómo te acercaste a mi respiración, adueñándote de ella. Cómo nos comimos la boca.

Nos vamos? Parece que va a caer una buena, el tiempo está revuelto. 


5 de diciembre de 2013

Las niñas que nunca conocieron a Madiba

La otra tarde, al salir de clase, me senté en el bordillo del insti con Kimberly, mi super-amiga de toda la vida. Levábamos juntas desde el curso pasado y, aunque me había roto la plancha para el pelo hacía unas semanas, la seguía queriendo lo suficiente para sentarme a debatir acaloradamente con ella.
Era un tema apasionante, la verdad, digno de llevarse a cambio una regañina de mis padres por llegar tarde a casa.

La cuestión era decidir qué número de sirvientas serían necesarias para mantener la super-mansión que tendríamos de mayores.
Dice Kimberly, que si vas a tener más de tres baños en la planta de arriba, quieres que te cocinen y que además cuiden de tus hijos, debería tener unas 5.

Algo muy estúpido de su parte, porque se se olvida del jardinero, el chófer y del limpiador de la piscina.
Eso es cosa de discusión de hombres, me increpa ella. Así que en alguna otra parte del super-universo seguramente deben estar dos chicos discutiendo lo mismo. Luego sólo tendremos que sumar opiniones. Me resume.

No llegamos a un super-acuerdo, empezó a llover,
ya se hacía tarde, y lo de estar castigada como que no mola.


PD: Tata murió sabiendo que a nosotr@s aún nos queda mucho trabajo por hacer. Hasta siempre.