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5 de diciembre de 2013

Las niñas que nunca conocieron a Madiba

La otra tarde, al salir de clase, me senté en el bordillo del insti con Kimberly, mi super-amiga de toda la vida. Levábamos juntas desde el curso pasado y, aunque me había roto la plancha para el pelo hacía unas semanas, la seguía queriendo lo suficiente para sentarme a debatir acaloradamente con ella.
Era un tema apasionante, la verdad, digno de llevarse a cambio una regañina de mis padres por llegar tarde a casa.

La cuestión era decidir qué número de sirvientas serían necesarias para mantener la super-mansión que tendríamos de mayores.
Dice Kimberly, que si vas a tener más de tres baños en la planta de arriba, quieres que te cocinen y que además cuiden de tus hijos, debería tener unas 5.

Algo muy estúpido de su parte, porque se se olvida del jardinero, el chófer y del limpiador de la piscina.
Eso es cosa de discusión de hombres, me increpa ella. Así que en alguna otra parte del super-universo seguramente deben estar dos chicos discutiendo lo mismo. Luego sólo tendremos que sumar opiniones. Me resume.

No llegamos a un super-acuerdo, empezó a llover,
ya se hacía tarde, y lo de estar castigada como que no mola.


PD: Tata murió sabiendo que a nosotr@s aún nos queda mucho trabajo por hacer. Hasta siempre.


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