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28 de junio de 2013

ROSA PALO

Cuando ya no puedo casi encontrar las cosas que guardo en la esquina que queda entre la nevera y la pared es inevitable salir de casa.

Salir a recorrer todos los contenedores de mi calle. Cada uno de un color, claro, con la intención de evitar que te despistes.
Es extraño esto de  tirar la basura reciclar.

Estás toda la semana separando envoltorios de comida, botes de cristal, cartas de publicidad… Te conviertes en “El amo de la separación" o en “La ama de la segregación”.

Luego es posible que se te cuelen unas camisetas blancas con la ropa de color y aparezcan todas teñidas de rosa palo. 
Pero vamos, eso no te importa tanto. 

Porque el día que acabemos con este planeta por no saber tirar la basura reciclar, a nadie le importará que mueras con tu camiseta preferida desteñida de ese color horrible denominado “rosa palo”.

Pero bueno, a lo que iba. Reciclar parece una tontería hasta que sales de la puerta de tu casa cargada como una china (comentario referente a mi sobrenombre de segregadora) y empiezas a subir la calle en busca de los contenedores de colores. Puede que pienses que es una tontería. Lo sería si no estuvieran esos deplorables seres denominados “captadores”. A los que les importa una mierda a dónde vas, qué llevas en las manos…

- ¿Tienes 3 segundos?
- No, para ti no tengo ni uno.

Seres que te hacen creer que eres la peor persona del mundo por el hecho de no pararte a escucharles.

- ¿Te preocupa el medio ambiente?
- No.
- ¿No te preocupa el medio ambiente?
- No, lo más mínimo.

Aunque estés cargada hasta arriba de vidrio, papeles y tapas de yogurt.

- ¿Sabes cuántas proteínas tiene este sobre de papilla con el que podemos alimentar a no-se-cuantitos nenes hambrientos?
- ¿Y tú sabes lo jodido que es tener que cruzarme contigo?

Qué suerte tiene el tercer mundo de no cruzarse con estos seres.

De verdad, ¡No vayáis por ahí cabrones!

No juguéis con mis sentimientos, no rompáis el espacio privado que tenemos al salir a la calle.
Ese espacio íntimo que respetamos en el cajero automático, aunque sea el del parking del coche. Incluso respetado a los perros, por el miedo a una mordida inesperada.

Qué pena no poder morderte la yugular y dejarte en el suelo tirado junto a mis envoltorios de comida.

- Es usted una señora muy maleducada.
- ¿Señora? ¿Me has llamado señora?

Y es por esto que acumulo todo lo que puedo en el hueco que hay entre la nevera y la pared. Y que, cuando ya no encuentro las cosas, salgo de casa.

No por repartir el plástico, el papel o el vidrio. No por tener que aguantar a la Cruz Roja, Intermon o Greenpeace…

Lo que jode realmente es haber pasado de los treinta y se dirijan a mi como “señora”. 

Cuando el mundo se acabe recordaré tu cara e iré a buscarte para vengarme. 

Recuérdalo: Seré la señora que te molió  a palos antes del juicio final.


Si.
La señora de la camiseta desteñida de ese color horrendo denominado “rosa palo”.


21 de junio de 2013

Nunca llegas

El día que llegaste a entrar fue porque yo lo quise.
Abrí la puerta despacito, con miedo a que no te gustasen los muebles y la colocación de mis ideas.
Pero tú entraste sin más, dando un portazo a tu espalda. Con la mirada segura y el semblante serio de un explorador que acaba de descubrir una tumba en Egipto.
Merodeaste entre las cosas que hacen segura mi estancia y al llegar a la cama te sentaste y te quedaste mirando fijamente la pared.

- Ahí pondré un cuadro mío.
Espetaste sin consideración alguna sobre si yo quería o me gustaría tu obra.

- Lo traigo aquí, ayúdame a colgarlo.
¿Y ya esta? ¿Entras en mi celda y te apropias de ella?
¿Qué tipo de egoísmo es este?
¿Te gustaría que yo pusiera lo que quisiera dentro de tu espacio también?
Aunque es verdad, que si me dejaras, pondría tantas cosas dentro de ti con la única satisfacción de darme placer...

- Mira cómo queda, es perfecto. Así podrás verlo siempre antes de cerrar los ojos y marcharte al Nirvana.




Y jodidamente tenías razón.
Porque siempre es más bonito ver tu cuadro ,ver lo de afuera. Lo de dentro se pudre, se enferma, se enmaraña.
Nunca llegas a conocer totalmente a nadie.


Todos guardamos alguna basura sin tirar, algún trapo sin coser, algún deseo de cuarto oscuro y manos en la entrepierna.
Ahora sé que la única manera de llegar a ti es pintar un cuadro y colgarlo frente a tu cama.

Pero eso es otra historia, y ahora debo aprovechar la ocasión y quitarte la ropa frente al paisaje. 

14 de junio de 2013

Colgar

Llegar a la terminal del aeropuerto y que me suene el teléfono.

Que me suene el teléfono y no seas tú.
Que no seas tú y diga tus mismas palabras.

Escuchar las mismas palabras y pensar en algo diferente.
Pienso en algo diferente porque en realidad no quiero irme.

Que no quiera irme y la pantalla de mi vuelo parpadee con la frase "Last Minute".
Que sólo tenga unos minutos para aceptar lo que me dices.

Lo que me dices en boca de otra persona.
Otra persona que me pide que vuelva.

Que vuelva para volver a verte.
Que vuelva para volver.
Que vuelva.
Que... cuelga.

7 de junio de 2013

De Naturaleza Irritable

Sentada en el banco de siempre, a la hora de siempre, alcé la vista y descubrí dónde podía escaparme.

- Manda cojones que pases las mañanas sentada ahí y sea la primera vez que ves el árbol ese.
- Es que siempre estoy con el whatsapp, el apalabrados, el triviados, linkedIn...

Como te decía, la liana colgaba del árbol que crecía tras de mí, ofreciéndome la oportunidad de subir y quien sabe, quizás quedarme allí a vivir.

-Lo tuyo es evitar el contacto humano, ¿no?
-Contacto humano tengo...
-¿Ya vuelves con el rollo de la masturbación?

Bueno, la cuestión es que eran más de cuatro metros de raíces cayendo sobre mi cabeza y, sinceramente, nunca he tenido fuerza en los brazos para hacer tremendo esfuerzo.

-¡Qué floja has sido siempre!
-Guardo mi fuerza...
-¿Para poder levantarte a orinar cuando tengas 90 años?

Con la cabeza alzada, cerré los ojos e imaginé el trayecto hasta la cima.

- Pero a ver, ¿Qué haría luego desde allí?
-Masturbarme sobre tu cabeza mientras te mando un whatsapp.

Me levanté y fui a buscarte para contarte mi idea. Pero como de costumbre, tu conversación me convierte en una salida descerebrada...

-¿Y cuando se te termine la batería del móvil?
-Te lo tiraré con la esperanza de verte morir.

Y tremendamente irritable.