Cuando saco el álbum de fotos la gente a mi alrededor se vuelve en blanco y negro. Las fotos,
en cambio, se me aparecen en movimiento. Como un zoótropo del pasado… al que
sólo accedo yo.
Una sala de cine que todos entienden “a veces”
en “ausencias”. Ausente como quedarte sorda escuchando el mar. El cine como mar
de ausencias.
Cuando entro en esta sala de cine veo el día que caminaba con una amiga, de regreso a casa después de trabajar en el campo. Tras horas de caminata miré hacia
atrás y vi que mi mano derecha arrastraba sólo una cuerda. La mula no estaba. No
sé cuánto tiempo llevábamos hablando, pero no nos dimos cuenta. Tuvimos que deshacer
el camino andado. Volver hacia atrás a por “Consuelo”. (Mal de muchos,
“consuelo” de tontos). Estaba quieta esperándonos. Como si la hubiéramos abandonado nosotras. Aún me meo encima cuando lo recuerdo. La edad evoca sólo algunas
cosas de manera repetitiva. La edad, además, hace que te mees encima. Es lo
único que tengo en común con Concha Velasco.
En otra sala están todas las fotos que nunca tendré.
Mi madre sentada en la cama leyéndome un
cuento.
Emborracharme en un aparcamiento.
Mi padre sentado conmigo en una mesita
pequeña, imaginando que tomamos café con mis peluches.
El placer de la primera relación sexual.
Pasar el tiempo en la cocina sin la intención
de cocinar, como las chicas de oro.
Yo creyendo en Dios.
Follando en un ascensor.
Practicando kun-fu.
Una buena raya en un cd de los pecos.
Ser albañil.
Decir guarradas en la cama.
Para salir del cine debo pasar por el día que
llegaron las “malas lenguas”, hablando del aborto de la hija de la venta del
pueblo. Unas decían que acababa de llegar de Londres. Otras, que había estado
encerrada en casa y que esa mañana habían tirado el feto a los cerdos. Nunca
supe cuál había sido la historia verdadera. Ni siquiera si esa muchacha había
estado embarazada de verdad. El día que íbamos en busca de la mula, mi amiga me
hablaba de que aún le quedaba echarle de comer a los cerdos, y a su marido.
Ya dije que la edad evoca cosas puntuales, de
forma repetitiva.
Así que cada día se convierte más y más, en un
“a veces”, muy constante.