Fondo

31 de mayo de 2013

Tarta de Chocolate

Hace años hicimos aquel viaje, ¿Te acuerdas?

Ese en el que encontramos aquella playa que pisamos tu y yo como descubridores del nuevo mundo.
El mar siempre se lleva las pisadas, para que las tuyas sean las primeras.
Aquel viaje en el que nos desnudamos para correr por la orilla hacia el baño perfecto.
En el que nos secamos de camino al pueblo.
Caminando entre gatos que dormían la siesta bajo sillas plásticas.
Donde las señoras se tostaban frente a sus casas blancas.
El viaje en el que terminamos encontrando el único bar de aquel pueblo en el que sólo se oían los ladridos de los perros.
El bar en el que no sentamos  a comer con el sol pegando en la nuca...

- ¿Y qué fue lo que comimos?

Siempre arruinas mis dilaciones sobre viajes.
Y me haces regresar al puto sitio porque no recuerdo ciertas cosas.
Ahora estoy aquí sentado, sin saber qué cojones fue lo que pedimos aquel día:
Bocadillos
Croissant
Tortillas
Cebiche
Lasaña
Pulpo
Filo de buey
Escalope de Cerdo


Tarta de Chocolate.

24 de mayo de 2013

Open-Mind

Quedarte dormida viendo la tele.
Aparecer en una casa abandonada en la que parece que ha habido una rave party.
Dar vueltas por la casa.
En principio crees dar vueltas buscando a la gente. Pero en realidad estás buscando una cerveza.
Cosas que te pide el cuerpo. Siempre has sido más alcohólica que sociable.
Llegas al espacio más grande.
En la pared hay un graffiti.


Te quedas absorta pensado en lo que alguien pensó cuando pintó esa palabra para que otros pensaran...

Se apagan las luces.
Se enciende un foco.
Aparece Merche.
Sin quererlo estás dentro de su videoclip.


Al terminar la canción le dais entre las tres una paliza a ese actor de mierda.
(La criada también le tenía ganas, te confiesa mientras le patea las encías)

Merche te acerca una cerveza mientras lo descuartizáis en la cocina rave dance.


Te despiertas y te vas al trabajo.
No puedes dejar de tararear la canción de Merche.
Todos te miran con cara extrañada.
Todas te preguntan porqué has cambiado tan radicalmente de estilo musical.

Aceptas que la gente no es ABIERTA DE-MENTE.

PD: Abre tu mente y descubrirás lo que disfruta la gente de la vida, abre puertas, busca una salida, y otros curarán tu herida.



17 de mayo de 2013

Musas Cabronas


Me pides un cuento  infantil. 
Quizás para nuestros futuros no hijos. 
O no hijas. 
Podemos elegir lo que no queremos tener.

Pero ya no vienen las musas inseminatorias a visitarme.
Ni las hijas de las musas a darme historias que contarte.


Me hablas del erotismo festivo de mi mente calenturienta. 
De mis palabras sucias que animan, sacian y recuerdan lo que podría ser y no será.

Pero ya no vienen las musas cachondas a visitarme. 
Ni sus dildos, ni sus látigos, ni sus caricias de cuero sobre mí.

Me pides que no te de las gracias, que no te pida perdón. 
Que sea yo.

Pero ya no vienen las musas agradecidas y complacientes a visitarme.
Ni dejé de ser yo ni dejaré de ser otra que no soy.

Me hablas con silencios que me llenan de palabras mudas. 
De haches que no se leen, que no se escriben, que no existen en tu a-veces-diario.

Pero ya no vienen las musas mudas a visitarme. 
Ni las humildes, ni las que se muestran tal y como las parieron.

Me pides que me muestre clara y sincera, 
tal y como quizás algún día fui con alguien o incluso conmigo misma.


Me pides y no tengo para dar.



Silencio.

Vista atrás.
Borrón.


Las musas, Oh! las musas.


Las musas me dejaron una carta para ti antes de irse.
Es lo único que tengo de ellas. 
Es lo único que tengo de ti.

Pero no voy a leerla, porque quizás me atraiga demasiado.
Y lo peor que podría pasar es que te hiciera musa y diosa de mi locura.

Y eso no lo permitirían las musas. 
Al fin y al cabo ellas ni comen ni dejan comer.

Al fin y al cabo esa carta es lo único que queda de mí....

Y yo paso de leerme.



10 de mayo de 2013

ESPERA


Esperando la guagua, con este calor insoportable debido a la calima que se mantiene quieta en el ambiente, aire seco, cielo naranja, polvo del Sáhara. La garganta carraspea, la camiseta se me pega a los laterales del tronco, como si quisieran entrar dentro de mi y encontrar algo de agua.

No viene.
En canarias todo va más lento. La gente. Los días. Las horas. Te da la sensación de tener tanto tiempo perdido cuando, por ejemplo, no viene la puta guagua cuando tiene que venir.

Una chica me mira de reojo. Quizás me esté leyendo los pensamientos. Su mirada esboza algo cómplice. Sí, o piensa como yo o más tarde escribirá un cuento sobre mí.
Suspiro hacia adentro, intentando que el aire se enfríe a través de mi garganta. Pero no. No tengo esa habilidad. Qué pena.
Por lo que parece la única virtud que tengo es la de la espera. 
Espero la guagua. Espero que mi vida tenga sentido. Espero que me llames. 
Espero que me llames y me digas lo que quiero escuchar.  Pero el móvil no da señales tuyas, ni tampoco de cobertura. Mejor lo guardo en le bolso.

Me echo hacia atrás en el asiento de la parada. Estiro los brazos, me sumerjo más en mis pensamientos.
La chica que me miraba se sienta también. Es mona. Si no te tuviera entre ceja y encéfalo le pediría el teléfono.
Es mentira. ¿A quién quiero engañar? Nunca me he atrevido a eso. Tu lo sabes.

Cierro los ojos. Apareces.
Siempre haces lo mismo. No lo entiendo, la verdad. Ya puedo estar haciendo la cosa más banal y simple del mundo, que me recordará a ti. A tus ojos, a esa sonrisa tranquila y sincera que se te dibuja desde los labios hasta las manos.


Como si tuviera tu gaviota apoyada en la frente. Siempre sobre mí, recordando el mar que nos separa.
Humedezco mi lengua y la paso por los labios. Los muerdo.

Ayer sin ir más lejos estuviste un rato haciéndome el amor. Y no lo sabes.
Siempre te reíste de mi cuando te decía esto de hacer el amor.
Ya sabes que eso de follar como que no me gusta.

Me acaricio el cuello. Ahora mismo no sé si es la calima o tu. Pero me derrito.
Como me derretía ayer pensando que eran tus manos las que hacían que estuviera tan cachonda. Tan mojada.

Me levanto. O doy un paseo o me quedo petrificada como un periodista viendo a Rajoy a través del plasma.
Qué pena haber dejado de fumar. Tendré algo en el bolso que me ayude?
caramelos sí. Caramelos.
Los caramelos me recuerdan a abrazarte y meter la cabeza entre tu oreja y tu hombro. Dulce, sereno. Vuelvo a respirar.

Ayer me diste un orgasmo increíble.
Espero que la chica ésta de la parada no me lea todos los pensamientos. Pobre, ella no te tiene a ti y a mis orgasmos.
Sonrío.

Si estuvieras aquí estaríamos sentadas, en silencio, con el sol dándonos en la cara. Me podría mojar los labios con tu lengua.
Pero no estás. Y la guagua aparece. Y el aire acondicionado al subir me da una hostia en la cara.

Y ya no volveré a pensar en tus manos hasta esta noche, cuando me vuelvas a dar otro orgasmo, cuando vuelva a pensar en ti…. Cuando vuelva a pensar en ti.

PD: La Kate se reserva el derecho de mentir e inventar tantas cosas como desee. Todo ello siempre con un cigarro en la mano.

3 de mayo de 2013

Clases de Tiro

Siempre vuelvo a tu cita. Más tarde o más temprano. Siento que la necesito.
Mis dedos van en busca de los tuyos marcando el número de la tarjeta de contacto. Esa que explica claramente tus servicios y que tanto me excita sólo con sostenerla en la mano.
Y nunca te he dicho lo importante que eres. Quizás tú  lo sabes.
Tengo libre hoy a las 6.

Llegar a tu olor a golosinas. Escudriñar tu silueta de espaldas y la sala en la que siempre me haces esperar. Las cortinas, algún juguete sobre la mesa, las revistas que hacen que se haya parado el tiempo el día que el príncipe se casó o que Belén Esteban destrozó químicamente quirúrgicamente su nariz.
Esperar mi turno viendo cómo salen los clientes ya satisfechos.
Porque hay más que también necesitan de tus dotes. Y yo muero de celos clavando mi cuerpo en la silla. Quizás eso... tú  lo sabes.

Y es que me jode no estar a solas. Que me dediques todo el tiempo que quiero. Pero aquí mandas tú. Es tu territorio y son sus reglas.
Espera que acabe con el cliente, después vas tú.
Así que me toca esperar. Porque sé que tus dedos me extrañan. Y quizás tú lo sabes.

Recorrer el pasillo cuando escucho mi nombre.
Recuéstate. 
Me susurras y me dejo llevar siguiendo tus órdenes. Tus manos expertas, que acarician, desenredan, mojan y sostienen mis ideas.
Y cierro los ojos revaluando lo bien que estaríamos a solas. Me dejaría hacer muchas más cosas por tus manos en mucho más tiempo.
Tú intentarías explicarme lo importante que es para ti estar el mismo tiempo con cada cliente.
Yo mostraría resistencia. Como abrir una cuenta de Facebook y no escribir nada, ni siquiera darle a me gusta. Resistencia pasiva. Protesta silente.
Pero con la excepción de entrar en tu perfil y olisquear tu vida. Voyeurismo biográfico.
Perdería la discusión. Pero eso tú, ya lo sabes.

A estas alturas de nuestra cita planificada me llega la desolación de pensar que pronto acabarás conmigo. Que me estoy secando y que empezarás a peinar palabras complacientes. preparando el terreno para que pueda irme con una satisfacción alta que te consiga más clientes. El boca a boca.

Pero yo no quiero exactamente esa boca sin acción. Si lo supieras me cortarías mucho más las palabras insulsas con las que intento alargar tus cuidados.
Dejarías de mostrarme en ese pequeño espejo que sostienes sobre tus pechos.
Que aunque no son los de  Nadine Labaki o Anna Galiena, me hacen querer destruir esta locura. ¿Lo sabes?

Asir un arma de fuego violenta y obsesivamente apagando las sonrisas de las citas que te quedan. Aún sabiendo que nunca tuve gran puntería, que fallaría el tiro de gracia dejándonos a solas sobre un charco de sangre.





Disfrutando, en esta peluquería, de la trastornada idea de que seas sólo para mí.


Como la sensación de adrenalina y sudor que se te queda, cuando terminas las clases de tiro. 
Y esto tú, nunca lo sabrás.