Fondo

4 de octubre de 2013

Lo que ocurre antes, durante y después

Todas las noches, antes de quedarme dormida, intento imaginar algo relajante. 


Una playa, por ejemplo.

Yo sentada frente al mar, el agua mojando mis pies desnudos.

En ese momento mi cerebro empieza a jugarme malas pasadas.
Añade cosas a la imagen.

Un perro.
Un barco pirata.



Después suelo tener una idea sublime. 
Puede ser una historia con un final inesperado, una fotografía perfecta, una receta exquisita, un proyecto de futuro, la solución a la crisis...

La repaso en mi mente una y otra vez. Para que no se me olvide.
Porque no existe una idea mejor en el mundo. 

Durante estos pensamientos extraordinarios sigue apareciendo en ráfagas la imagen.
Yo.
El mar.
El perro.
El barco pirata.

Con los ojos cerrados me acomodo ajustando la almohada, apretándola a mi oreja derecha para centrarme en la idea.

Yo me levanto.
Corro poseída y  me baño en el mar.
Juego con el perro.
Una mulata en topless me saluda desde el barco pirata.

Y de verdad que siento de repente en el cuerpo ese escalofrío de “qué brillante soy”.
Doy vueltas en la cama.
Me esfuerzo para repetir de nuevo esa idea jodidamente fantástica.


Hace calor en la playa.
El perro aparece con la mulata subida en su lomo.

Luego me duermo. 
Como una ceporra.

A la mañana siguiente recuerdo el sueño con todo detalle...

                            y es que... 
                                         ...soñar con Rihanna, no se hace todas las noches.

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